15 de enero de 2012

Las entrañas gaditanas

Abrupto, verde e inesperado. Este es el paisaje pintoresco que nos ofrecen los Pueblos Blancos de Cádiz cuando nos asomamos a sus balcones. Su nombre proviene de la antigua costumbre de los habitantes de encalar las fachadas de la casas y adornarlas después con macetas de flores, lo cual conforma un espectáculo de color inigualable para la vista. Conocer este rincón gaditano, no deja  a nadie indiferente.
La puerta occidental se encuentra custodiada por Arcos de la Frontera, uno de los ejemplos más destacados de emplazamiento en altura. Ocupa la cumbre y ladera de una peña situada en el margen derecho del río Guadalete. La plaza donde se encuentra el Parador ofrece unas vistas panorámicas de la campiña y las calles por las que se accede a ella, son la mejor muestra de los trazados sinuosos que conformaban los pueblos moriscos.
  Por el lado oriental se asoma primero El Bosque, donde la naturaleza es la principal protagonista y después Villaluenga del Rosario, el pueblo más alto y menos poblado de toda la provincia, famoso por sus quesos de payoyo. Dirección norte espera Grazalema, con su  estructura  árabe de calles estrechas y empedradas, fachadas de cal blancas y tejados a dos aguas. Este pueblo sirve de antesala para acceder a Zahara de la Sierra, declarada  Conjunto Histórico Artístico desde 1983 y enclavada en pleno corazón del Parque Natural de Grazalema.
   Por el camino aparecen otros muchos pueblos singulares por su belleza  pero unidos por la misma idiosincrasia, un paisaje esculpido con pinceladas de montaña, pinsapos, rocas y pantanos. Difícil de olvidar.


Este vídeo es cortesía de Rebeca Fernández, orgullosa gaditana.

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