29 de enero de 2012

Entre europeos y bereberes

La historia de Marruecos, al igual que la de otros países africanos, está marcada por el colonialismo. Su cultura bereber y su fe en el Islam se vieron relegadas a un segundo plano cuando en el SXX,  franceses y españoles se repartieron el territorio. En 1956, Marruecos volvió a ser  independiente, pero en su estructura quedarían  marcados de forma definitiva, los rasgos de sus conquistadores.
La figura más importante del país es el Rey, cabeza, cuerpo y alma de todo lo que atañe a su territorio. Políticamente dominante y económicamente dominador, su descendencia es tan amplia, que alcanza a todas las esferas de la vida pública.
En el ámbito familiar, la influencia de occidente se va abriendo paso lentamente. Las libertades femeninas, que han sido ancestralmente coartadas en base a la interpretación del Corán, están en manos de un  referéndum que intenta modificar el mudawana o código de familia, para hacerlo menos discriminatorio.
Pero a pesar de ese acercamiento a normas más occidentales, la cultura marroquí, tradicional donde las haya, se distingue  por sus diferencias con las costumbres europeas, sobre todo en el ámbito gastronómico. Así, antes de entrar en una casa es obligatorio descalzarse y una vez sentado a la mesa, los alimentos se cogen con la mano, pero cuidado, tiene que emplearse la mano derecha ya que la izquierda está considerada como una mano impura por ser la que ellos utilizan para el aseo. El Corán les prohíbe además tomar alcohol y comer carne de cerdo.
Todas estas costumbres están amparadas por la religión y el mejor exponente de ello es sin duda el Ramadán o mes del ayuno, durante el cual todos los hombres y mujeres tienen totalmente prohibido comer, beber, mantener relaciones sexuales o tener cambios de ánimo exagerados, desde el alba hasta la puesta de sol. El rezo es otra de las obligaciones para los marroquíes y está considerado como algo sacro, de ahí que la entrada a las mezquitas esté prohibida para turistas y visitantes.
Sobre estos dos pilares se apoyan siglos de tradición imperturbable, territorios de zocos y túnicas, que se muestran hospitalarios hacia otras culturas pero férreos ante la suya propia. Conciencia de un pueblo con sueños europeos y realidad bereber.



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