Capital en el siglo XVIII de Prusia, centro neurálgico del
Imperio Germano en el XIX y referente de la República de Weimar en la última
centuria, Berlín es la ciudad que se ha reinventado a sí misma.
Situada al este de Alemania, a unos escasos 60 km de Polonia., la ciudad
destaca por su topografía plana, no en vano se integra en la llanura del norte de Europa, que se
extiende desde Francia hasta Rusia. A lo largo de esta enorme estribación
destacan como puntos álgidos las elevaciones de Mugelbergge y Teufelsberg. En
realidad ésta última se erige, con sus 115 metros de
altura, como un recuerdo latente, ya
que
está conformada por montones de escombros artificiales de la II Guerra mundial.
La arquitectura de la ciudad refleja las heridas de su
historia más reciente. Devastada por completo durante la Guerra, Berlín mira a
través de la Puerta de Brandenburgo al progreso. Sede de las más prestigiosas
universidades y centros de innovación, se ha convertido en el paradigma del
futuro.Pero la ciudad no esconde sus heridas. El muro de la vergüenza,
víctima de la división política, separó tres millones de familias e ideas, de sentimientos
y doctrinas. El propio John Kennedy reconoció que era “una solución poco
elegante, pero mil veces preferible a la guerra”.
Los 120 km
que separaban las dos Alemanias, fueron forjando el Berlín actual, “la ciudad
del diseño” que sonríe a la multiculturalidad.
Atrás quedan ya los capítulos negros de su biografía. Atrás queda la soledad de una ciudad incomprendida.
Atrás quedan ya los capítulos negros de su biografía. Atrás queda la soledad de una ciudad incomprendida.
El pasado merece la pena recordarlo, sólo cuando sirve para
reiventarse.